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Que nadie cambie felicidad por Madrid

Posted by Javi Montero on 5/13/2009 05:36:00 p. m. in
Cuando uno llega a casa ajena, las normas básicas de educación recomiendan guardar un silencio respetuoso si lo que ve no le agrada. Reirse de la decoración del hogar, por hortera que sea, escandalizarse con la limpieza, por descuidada que parezca, o cuestionar la normas internas que lo rigen, por disparatadas que resulten, sería interpretado por los moradores como una grave ofensa a su hospitalidad. La simbiosis de un individuo con el espacio en el que se desarrolla suele llevarle a interpretar cualquier comentario despectivo hacia su territorio como una afrenta personal. Este sentimiento se desarrolla en distintos ámbitos organizados en círculos concéntricos que empiezan en el núcleo del hogar y se van expandiendo hacia el barrio, el pueblo, la comarca, la región, el país, el continente…

Donde menos se puede apreciar esta sensibilidad es en el entorno de las grandes ciudades, siendo Madrid el caso cercano más paradigmático. En lugares como la capital los que vienen de fuera son mayoría frente a los nativos, lo que provoca un lógico debilitamiento de esa conciencia regionalista colectiva. De esta manera, Madrid se convierte en una gran diana sobre la que disparar todo tipo de críticas. Como casi nadie es de aquí, nadie se ve en la obligación de cuidar sus reproches, pero tampoco sus acciones. Así se puede escuchar que Madrid es una ciudad sucia de boca de un coruñés que, paseando por la Gran Vía, arroja una lata usada a la calle. O que es ruidosa, en opinión de una cordobesa que no para de tocar el claxon en la M-30. O que resulta agobiante para una valenciana que no deja salir antes de entrar en el vagón del metro. O que es grosera para un riojano que grita al camarero porque el café que había pedido era sólo y no con leche.

La gente parece olvidar que esta ciudad es una obra colectiva que ha visto difuminar gran parte de su esencia a favor de un carácter netamente cosmopolita con los defectos y virtudes que todo ello implica. No es que nadie sea de Madrid, es que todos los que vivimos en ella, somos de Madrid. Es lógico que a muchos no les guste, pero deben recordar que las barreras para salir de la ciudad son aún menores de las que salvaron para entrar, y que disponen de un aeropuerto, seis grandes autovías, dos estaciones de trenes y otras dos de autobuses para escapar de algo que no les agrada. Por mucho que esta sea la ciudad de las oportunidades, todos aquellos que no paran de quejarse de Madrid deberían tener presente lo que dijo el escritor argentino José Narosky: “el que cambia felicidad por dinero no podrá cambiar luego dinero por felicidad”.

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Nuestro blogero estrella vuelve a demostrar su calidad y su lúcida mirada. Si supiera lo reenviaba al grupo nacionalista-independentista madrileño. Espero que Josete o el resto de okupas provincianos entren al trapo y vivamos la primera polémica de nuestro renqueante blog. Ójala el resto de firmantes aporten nuevas miradas (pereza o nada que decir?) o paguen las cervezas de penalización!

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