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Madrid, ciudad grosera

Posted by Unknown on 4/26/2009 04:16:00 a. m. in
No es la primera vez que el empujón reemplaza a la palabra educada, ni la primera que llega a mi cabeza la idea de que el frotis en Madrid, más que el chotis, es insignia urbana. Por mucho que uno comprenda que las prisas nos convierten en monstruos es preciso venir hasta Madrid para conocer cómo la mala educación campa por doquier. Y no lo digo yo porque no sea chulapo, también mi comunidad que viene de Marte opina igual. Incluso me constan notificaciones con rúbrica madrileña. Permanecer en la capital tiene cualidades: el hecho de pasar desapercibido, de actuar con libertad tal cual palomas torcaces, de soñar gratis y creer muy de cerca esos sueños, de amar mucho porque uno se ama a sí mismo… Y desventajas, que siempre afean la imagen de un lugar: la frialdad en el trato que llega a la grosería, la irrespetuosidad en las maneras… No es inusual encontrarse con mal educados cuando uno viaja en transporte público, ni que me haya prometido más de una vez a mí mismo gritarle a un usuario cuando éste transgreda los límites de la animalidad mientras hago uso de un servicio medianamente público. Para seros claros, mi paciencia se colma cuando la fluidez de tráfico en el metro se interrumpe porque hay quien se empeña en obstaculizar la salida penetrando antes de permitir la salida a los viajeros, porque hay quien escupe en las vías del metro, porque hay quien empuerca sin importancia para sí mismo, y todo esto desde el mismo egoísmo que uno quiere hacer valer para su curriculum. Porque mal que nos pese estas actuaciones defienden unas actitudes. Y la mía me dice grita cuando una grosería cancela mi prudencia. Hay algo que detesto notablemente, que el de atrás me empuje a cada paso que doy, a modo de advertencia, “corre que voy detrás y no quiero llegar tarde”. Eso no me exaspera me hierve la sangre. Y es lo peor. Porque venido de Marte, donde la educación prospera, tener encontronazos con estos seres es lo menos apetecible de los posibles hallazgos en la jungla urbana. Por enumerar, me molesta que: la gente destruya el aforo de los vagones de metro en una táctica de sobreanimalidad inédita, la persona que no adelanta golpeté con su presencia o con complementos (bolsos, bolsas, bastones…) en una muestra de grosería máxima, los escupitajos, la devolución de cáscaras a un hábitat desnaturalizados (entiéndanse cáscaras de pipa, pieles humanas, mucosidades…), la persona que conduce al perro por la calle gire la cabeza hacia otra parte del mundo cuando éste defeca para desatender su obligación de limpiar su deposición. Debo decirlo, pues el otro día fui a asegurar mi estabilidad en un asidero donde brillaba mucosidad humana. La grosería está llegando a unos límites explosivos. Me gustaría decir que Madrid es una ciudad limpia, pero por muchos servicios de limpieza que existan, la capital de España está sucia porque la gente que habita en ella es grosera. Y no hay mayor predicamento que la permisividad de los ciudadanos. O una política que sancione severamente a cada infractor.

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Qué pasa J.C. ¿No piensas entrar al trapo con el último artículo de Javi? O polemizas o tendrás que pagarte unas cañas por incumplimiento de contrato.

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